Las elecciones de Honduras del 28 de noviembre se dieron en un contexto de crisis política, sanitaria, social y económica.
Actualmente, Honduras es el segundo país con mayores índices de impunidad en el mundo. El golpe de Estado perpetrado en 2009 a Manuel Zelaya fue el primero del siglo XXI en América Latina. Fue propiciado por las Fuerzas Armadas, el Partido Nacional y un sector del Partido Liberal. A partir de allí, la violencia política y la militarización se volvieron la norma. Numerosos activistas fueron asesinados, como Berta Caceres, una líder indigena asesinada por su labor relacionada con la defensa de los lencas y del medio ambiente. El asesinato de la activista fue fuertemente condenado por la comunidad internacional y, organizaciones como Amnistía Internacional, aún luchan por justicia.
A ello, se le suman las condiciones de amplia desigualdad y pobreza del país centroamericano, situación agravada por la pandemia de COVID-19 y los efectos de los huracanes Eta e Iota durante el año pasado.
En este contexto se han desarrollado las elecciones presidenciales que han enfrentado a un carismático alcalde de la capital (Tegucigalpa) con la esposa del expresidente Zelaya, quien compitió para ser la primera jefa de Estado del país centroamericano.
Nasry Asfura, de 63 años, más popularmente conocido como ‘Papi’, es un ex empresario que ha gobernado Tegucigalpa desde 2014. Fue dos veces alcalde del distrito y se destaca por haber llevado adelante una amplia agenda de obras públicas. También ha sido legislador por el Partido Nacional en el Congreso Nacional de Honduras. Bajo el lema “Papi es diferente”, Asfura intentó distanciarse del presidente Hernández, miembro de su partido. En su campaña, Nasry prometió crear nuevos empleos y mejorar la compleja economía hondureña.
Del otro lado de la contienda se encuentra Xiomara Castro, quien está casada con Manuel Zelaya, el expresidente izquierdista que en 2009 fue retirado del cargo por un golpe militar. Su discurso encuentra fundamento en su pasado como primera dama y el golpe de Estado que sufrió su esposo. Durante el año electoral buscó mostrarse en contra de los poderes dominantes y de los partidos tradicionales de Honduras, además de proyectar una imagen de lucha y unión con el pueblo. Por otro lado, se vincula con otros presidentes progresistas de la región tales como Lula da Silva, a quien ha utilizado de ejemplo en uno de sus spots como víctima de la “Guerra Sucia” en campaña. Castro ha prometido establecer relaciones diplomáticas con China, flexibilizar las restrictivas leyes de aborto de Honduras y mejorar la economía hondureña a través de, entre otras medidas, un mejor manejo de la deuda nacional.
A pesar de los esfuerzos del partido gobernante (Partido Nacional) de presentarla como una comunista fervorosa, Castro ha conseguido el apoyo del sector empresarial hondureño al integrar a su equipo económico a tecnócratas respetados y al mismo tiempo apelar a los partidarios más de izquierda de Zelaya.
De acuerdo con los conteos publicados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), con más del 89% de las actas escrutadas, la esposa del expresidente Manuel Zelaya obtiene al momento más del 50% de los votos, mientras Asfura se lleva cerca del 35%. Si te interesa ver los resultados en detalle podés consultar el sitio web de la Comisión Nacional Electoral de Honduras: https://resultadosgenerales2021.cne.hn/.
Debido a la amplia diferencia de votos entre Castro y Asfura, éste último decidió felicitarla públicamente por su virtual triunfo en las elecciones.